Dejarlo salir

Aveces no sé si es mejor dejarlo salir o tragarlo entero. Vienen y van vienen y van. Las letras se anidan en la parte baja del pecho, cerca del diafragma haciendo manifestación y paralizando algunas veces a modo de síncope a mi corazón.

Alguna vez alguién me dijo que si escribir en facebook era buena idea, pues mas o menos es una actividad "pagana". Aunque lo sea, no tengo donde mas escribir para poder compartir las letras sin sufrir síncopes constantes. Podría hacerlo en un cuaderno, pero las letras se pudren si no las lees y terminan marchitándose en el olvido.

Sinembargo escribir representa a la vez una conexión constante con la idea una actividad bastante difícil, y el producto final debe reconciliar los prejuicios de la mente. Un proceso que se torna bastante doloroso pues las palabras salen por los dedos se meten en el teclado, se escriben y no calan o terminan siendo adefesios de otros escritos. Todo un desperdicio de tiempo en dado caso.

Tal vez facebook sea una buena opción para escrbir, pues comparto con un selecto grupo de las personas que me rodean mis opiniones figuradas sobre la realidad.

En mi caso particular. Permanecer escribiendo representa una maratónica tarea para la búsqueda de la inspiración y solo esa frase ya mata la inspiración de un solo tajo. Y es que en Paris no he podido reconciliar las dos tareas. Por un lado escribir y por otro inspirarme. Si logro escribir, se convierte en la formalidad explicativa y consecuente con el propósito latente y la idea subsiguiente que representa... bla bla bla. Si me inspiro, entonces no quiero escribir.

Otra situación que interfiere con la capacidad es la falta de conversación. Al día, si converso contínuamente mas de 30 minutos, es un logro apoteósico. El panorama parco del metro y el olor a orin destaca los pensamientos introspectivos de incomodidad y silencio. Una castración a la expresión. Admiro a los que se atreven a cantar en ese ambiente aunque los temas y las canciones carezcan de la creatividad necesaria.

Es raro e interesante a la vez que cruzar los sectores mas bellos de Paris da la sensación de no estar allí. Y lo digo porque desde que llegué, la imponente ciudad de la luz es translúcida y bella. Lejana, como excusándose por su deterioro. Y te transmite ese acongojamiento. Interesantemente cargo con el mismo sentimiento desde que llegué pero en otro contexto. Y ahora que lo pienso, lo veo reflejado cuando la ciudad y yo queremos interactuar y entrar en romance.

He llegado a pensar que la ciudad y yo sufrimos del mismo mal. Un acongojamiento complejo, una depresión ligera pero constante que viene desde el pasado. Que nos quita fuerza. Tan grande y tan compleja que se disipa en si misma.

Ahora extraño el mar. Nuestra relación siempre ha sido sincera y de respeto mutuo. Con conversaciones largas, algunas veces muy dolorosas y otras veces como chispas de alegría que retozan alrededor de la cabeza, la espalda y las piernas. También el sol que siempre te canta y casi que se escucha la luz que emite acompañando el diálogo con el mar amablemente. Así esté tímido, alegre y espontáneo.

Espero dejarlo salir. Tengo que reconciliar esa partecita que está obnubilada, tal vez no "tenga qué" y el verano se encargue de ello. De cualquier forma aún camino por los hilos de la melancólica y elusiva Paris.

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