El soñador del metro - Los trenes del abuelo

Siempre me gustaron los trenes, pronunciándose mientras su mirada reflejaba una melancolía entrometida. Me gustan porque son máquinas simples, llevadas al extremo; con sus sistemas de combustión, presurización, válvulas, mangueras, palancas, tornillos y chimeneas. Todo un sistema en movimiento. El timbre a lo lejos los domingos en la sabana me traía a la memoria, todos sus recobecos que solo podía ver cada Domingo por unos pocos segundos mientras el tren pasaba ante mis ojos a toda marcha.

Yo memorizaba sus pesquisas y catalogaba sus partes en un librito que tenía con páginas blancas y cubierta de cartón que mi abuelo hizo para que yo dejara volar mi imaginación en ellas. El librito, contenía una colección de dibujos que cada Domingo iniciaba, sobre las partes de aquel bello monstruo de metal que se aproximaba. Yo aguzaba la vista, y empezaba a dibujar.

La chimenea, los tornillos, las bandas y grapas con sus tubos de escape y en un santiamén el tren desaparecía entre los vagones de carga, en fila, moviéndose uno tras otro. Alejándose en la fría sabana. 
Ipsofacto rememoraba cada detalle, y corregía según lo que creía había visto con relación a lo que había dibujado, catalogaba mis partes una a una y las redibujaba en una silueta de tren que tenía en la parte final del libro.

La tarea era cada vez mas fácil, y las correcciones se volvían mas intuitivas al comprender la forma y la lógica de la máquina y su paso.

Mi abuelo murió un Domingo, su sueño se prolongó demasiado esa bella tarde de sol cobrizo en la sabana. Yo salía dibujar mi tren y mientras pasaba mi abuelo se montaba en él todo vestido de blanco neblina, caminando a destiempo del tiempo entre el prado verde y la montaña. Parecía no moverse, pero se alejaba con el tren que ya había pasado. Su encanecida y ennubada cabellera precedía su partida y sus ojos solo se cerraban mientras el cobrizo sol moría.

Ahora que soy tu abuelo aún pienso que, me gustan los trenes. Aunque tu siendo mi nieto vea tu neblinosa sombra a lo lejos despidiéndose de mi entre la montaña y la vieja ferrovía. Después de todo los trenes son seres viejos y solitarios.

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